Los extranjeros no residentes están desempeñando en estos momentos un activo papel dentro del gris escenario de la economía española.
Si la
creciente afluencia de visitantes foráneos ha compensado en parte la
abrupta caída del turismo nacional, la presencia de inversores de otras
nacionalidades en el mercado inmobiliario vuelve a situarse en niveles
anteriores a la crisis. El año pasado, algo más de 38.000 extranjeros
adquirieron viviendas en España, un 28,4% más que en 2011 y apenas 3.500
menos que en 2007, antes de que estallara la crisis. El hecho de que
cada uno de esos compradores pueda haber adquirido una o más viviendas
hace que la cifra de inmuebles vendidos pueda también haber sido mayor.
Además, cuatro de cada diez operaciones superaron los 160.000 euros de
importe.
Los datos, que han sido hechos públicos por el Consejo General del
Notariado, se explican por dos grandes razones. La primera es la
sustancial rebaja de precios que se ha producido en el mercado de la
vivienda, si bien con un reparto geográfico dispar. La segunda es la
mejora evidente de la imagen de España en los mercados financieros y,
por tanto, en la percepción de los inversores extranjeros. Los
británicos y los rusos se han consolidado por volumen como los grupos de
compradores más importantes. Una reactivación del mercado que el
Gobierno, tal y como anunció ya hace unos meses, quiere incentivar
todavía más al ligar la posibilidad de obtener el permiso de residencia
en España a la compra de un inmueble.
Pese a las críticas políticas que ha suscitado la medida, datos como
los conocidos ayer confirman que la demanda extranjera de viviendas en
España crece a buen ritmo. Ello contrasta de forma evidente con la
parálisis que sufre el sector del ladrillo dentro de nuestras fronteras,
frente a una demanda interna aplastada por el peso de la crisis, un
mercado de crédito que sigue sin fluir y la sombra permanente del
desempleo y de la incertidumbre laboral. En un entorno como este, y dada
la necesidad que tiene la economía española de digerir la sobrecarga de
ladrillo, los incentivos a la inversión inmobiliaria foránea resultan
una opción normativa interesante, presente también en otros
ordenamientos europeos. Más allá de estas iniciativas, el factor más
determinante para facilitar el regreso del capital extranjero es la
mejora de la imagen de España como un país sólido, serio y solvente. En
esa carrera por recuperar la confianza de los inversores, una política
adecuada de reformas económicas resulta la mejor garantía de que ese
capital no solo regresará, sino que también permanecerá. Ese es el gran
objetivo que no solo el sector inmobiliario, sino el conjunto de España,
tiene por delante.
Fuente de la información:
No hay comentarios:
Publicar un comentario