viernes, 14 de junio de 2013

Sobre la Ley de Servicios Profesionales

“Opuesta a la concepción del Derecho o Ley en sentido material, cabe distinguir el concepto de legislación, entendida como el conjunto de órdenes o mandatos coactivos de tipo reglamentario y ad hoc, en los que se materializa la concesión de privilegios en contra del derecho y la agresión institucional y sistemática con que el Gobierno quiere someter a los procesos de interacción humana”.


Jesús Huerta de Soto.



En nuestro país existe una antigua y arraigada tradición de conceder y mantener privilegios a distintos sectores empresariales y sociales en detrimento de quienes por gracia del Gobierno, -en última instancia, el que tiene la potestad de conceder o denegar privilegios especiales-, no gozan del favor del mismo ni de la defensa activa de grupos de presión que interceden entre los gremios empresariales interesados y aquellos que tienen la facultad de aprobar condiciones especiales mediante legislaciones y reglamentos varios. Así, y desde hace muchos años, en nuestro país existe una maraña legislativa de proteccionismo interesado aplicada a muchos de los sectores profesionales cuyo fundamento esencial es impedir la libre competencia entre los mismos en detrimento del consumidor final y los profesionales más capaces, que tienen que sufrir toda clase de proteccionismos amparados por legislaciones interminables y sistemas de fijación de precios que son un auténtico atentado contra la libre competencia y la manipulación de precios del mercado.



No es de extrañar, por tanto, que los agentes que gozan de estos favores concedidos por el Gobierno, clamen al cielo cuando éste, en un tímido avance hacia una desregularización total de los sectores profesionales, prevea un cambio legislativo que permita un pequeño grado de libertad en los mismos. En este sentido, y en lo que respecta a las profesiones de Arquitectos e Ingenieros de todas clases, la liberalización horizontal de competencias profesionales entre los mismos ha caído como un jarro de agua fría entre los primeros, hasta ahora, claros privilegiados de un sistema proteccionista que sólo favorece a los profesionales más mediocres y a las asociaciones que por gracia y obra del Gobierno, gozan del privilegio del monopolio obligatorio en la agrupación profesional, como es el caso de los actuales Colegios Profesionales.


Empecemos recordando a aquellos que más se escandalizan y que rápidamente esgrimen el argumento de que los Ingenieros, (también los actuales Ingenieros de Edificación, otrora Arquitectos Técnicos), no tienen formación ni sensibilidad para efectuar las mismas obras que los Arquitectos, mencionando que personajes como Le Corbusier o Frank Lloyd Wright no tenían ni siquiera el título de Arquitectos, o lo que es más significativo todavía, y en el segundo caso, su formación inacabada era precisamente de ingeniero industrial… Y estamos hablando precisamente de dos de las figuras más importantes de la llamada Arquitectura moderna, que por supuesto, no son las únicas sino que, contrariamente a lo que se podría pensar inicialmente, la mayoría de las grandes figuras de la Arquitectura no sólo no tenían formación de Arquitectos sino que muchas de ellas venían de escuelas de ingeniería o incluso de profesiones no técnicas, como Phillip Jonhson, verbigracia, que era filólogo de carrera.


Y es que la profesionalidad y la calidad de las obras que los autores sean capaces de hacer dependen más del talento y la materia prima de los mismos que de la formación que reciban en las actuales escuelas habilitadas al efecto, dicho sea de paso, un auténtico desastre y vergüenza de mala formación y peor información que se está poniendo cada vez más de manifiesto en el bajísimo nivel de los profesionales de reciente formación, ya sólo acostumbrados a pintar dibujitos con programas informáticos. ¿Cómo no habrían de querer estos profesionales seguir manteniendo el privilegio del monopolio de sus funciones cuando su formación y profesionalidad viene cayendo en picado desde que en las escuelas oficiales se aplican los nuevos criterios de enseñanza?; a saber, fabricar títulos sin esfuerzo, disciplina y estudio intensivo y continuado, que conforman el único camino para el aprendizaje. Pero en nuestras escuelas, de las que antes salían profesionales de la talla de un Gutiérrez Soto o un Torroja, ahora predominan los trabajos en grupo donde nadie aprende nada, el buenismo made in Bolonia, los apuntes aforísticos, los botellones y donde los libros acumulan polvo en las estanterías. Y es que negamos la mayor; la liberalización completa de estas profesiones técnicas va a obligar a los profesionales de las mismas que quieran trabajar a formarse adecuadamente y ejercer su profesión con rigor, seriedad y disciplina. Y en este sentido, la liberalización horizontal de competencias va a suponer una optimización de la calidad de los profesionales del sector y una depuración de aquellos que por el sólo hecho de colgar un título en la pared se creen capaces de ejercer la profesión . Efectivamente, se va a acabar el mamoneo generalizado que ha predominado en estos sectores profesionales, donde predominaban los privilegios por doquier, la exclusividad de funciones y las tasas de honorarios predefinidas por Ley.


Pero en nuestra opinión la Ley se queda corta. Y esto puede suponer un problema como lo supone en todas las legislaciones en que, por falta de valentía política, se aprueban liberalizaciones parciales y no completas. Consideramos de especial trascendencia que a la liberalización horizontal de competencias entre los Arquitectos y los Ingenieros se sume la eliminación de los privilegios de que gozan actualmente los Colegios Profesionales de carácter monopolístico, coercitivo e institucional, y abogamos porque dichos Colegios sean de carácter voluntario y por supuesto, no institucional, de modo que puedan existir en libre competencia diferentes Colegios Profesionales para beneficio de los profesionales del sector e, incluso, que éstos no tengan la obligatoriedad de pertenecer a ninguno de ellos, pudiendo ejercer la profesión de manera libre e independiente si ésa es su elección. El actual privilegio que tienen las mencionadas asociaciones es una completa vergüenza y supone un lastre incomparable para el profesional que dicen defender y que únicamente exprimen a base de tasas, legislaciones, papeleos insufribles y proteccionismos territoriales que hacen de nuestro país un auténtico reino de taifas para gloria de inútiles e incapaces que ven cómo se sostiene su existencia profesional por la falta de libre competencia en el mercado.


Por último, no queremos olvidarnos de desmitificar algunos de los argumentos que se esgrimen en defensa de los privilegios mencionados y que se venden al profano haciendo un llamamiento a su seguridad. Empezando por el carácter obligatorio, monopolístico e institucional de los Colegios Profesionales, debemos recordar al lector que en ningún caso estas asociaciones velan por la correcta adecuación de los proyectos visados a la Normativa vigente, pues la única función de control que estos órganos llevan a cabo es la de comprobar que el colegiado está al día en sus pagos al Colegio, su alta en el seguro de Responsabilidad Civil, y que en los documentos a visar se presentan todos los papeles requeridos y en el orden que dicta el Colegio, sin entrar en la comprobación de su contenido más allá del ámbito formal. Y es que las únicas garantías que tienen los consumidores de que los trabajos profesionales se realizan de forma correcta son, por un lado, la profesionalidad, el buen hacer y la marca del profesional contratado, y por otro, el control que deben ejercer las compañías de Seguros, sin menoscabo de que actualmente muchos Ayuntamientos se extralimitan de sus funciones meramente reguladoras de la legislación urbanística, controlando también la adecuación de los proyectos a las diversas Normativas de edificación, lo que genera, por cierto, una maraña de interpretaciones que da pie a muchos sinsabores en la tramitación de expedientes en los Consistorios. Pero no nos olvidemos de que estamos en España y en territorio patrio se legisla y controla hasta la forma de caminar por la calle.


Otro argumento falaz de los defensores del proteccionismo profesional es el anteriormente citado monopolio del gusto y la sensibilidad que se les atribuye a los Arquitectos de formación. Aparte de lo dicho al inicio de nuestro análisis, basta darse una vuelta por cualquier urbanización de chalets medianamente reciente para darse cuenta de que en España, o tenemos muy mal gusto o nuestros Arquitectos son bastante malos o bastante vendidos al sector promotor y constructor, o las dos cosas a la vez. De modo que en muchas ocasiones se ven obras que, tanto desde el punto de vista estético como desde el punto de vista técnico, nos hacen pensar que sus autores, más que Arquitectos, no llegan siquiera al grado de peón encargado de ir a por los bocadillos a la hora del almuerzo y con una nota en la mano para no equivocarse en el contenido.


Fuente de la información:

http://www.eleconomista.es/blogs/live-construction/?p=481 

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