lunes, 17 de junio de 2013

"Los grandes estudios tienen poco que ver con la arquitectura"

José Ramón Sierra. Pintor y arquitecto

 

El autor sevillano, catedrático de la Universidad Hispalense, expone en la galería Espacio de la Calle, en Jerez, su 'cuaderno de viaje' sobre Viena.


-¿Qué quiere contar en esta muestra?

-Páginas de un cuaderno de viaje. Fue un viaje a Viena el pasado año, con mi familia, una ciudad a la que curiosamente nunca había ido a pesar de mi espíritu viajero. Fueron pocos días así que es una primera impresión de una ciudad compleja, como todas. Hay referencias a la ciudad y a pinturas vistas en un museo que ni siquiera están realizadas por austriacos, pero que forman parte de Viena.

-¿Es la primera vez que hace este tipo de obra?

-Sí, pero me gustaría matizar que en muchísimas de mis obras antiguas y de las primeras hay introducción de imágenes como fondo pictórico. Eran collages de revistas o prensa y después estaban trabajados. En algún sentido no es tan ajeno este procedimiento...

-¿Son acaso obras de un nuevo José Ramón Sierra, como dice alguna crítica por ahí?

-La única cosa que es más llamativa es que no he tenido una actividad expositiva continuada, ya que es un tema muy complicado. Pero no he pasado un día de mi vida sin pintar, sin dibujar.

-¿Cómo se funde la labor de pintor con la de arquitecto?

-Mi trabajo como pintor ha estado unido a mi trabajo como arquitecto. Me ha interesado que el trabajo de arquitectura, que es muy intenso y depende más del exterior, tenga relación con las demás cosas que me han interesado. No me he convertido en un tiempo parcial, sin tener nada que ver mis trabajos como pintor y escultor. Y lo mismo puedo decir de mi labor como profesor de Arquitectura, ya que siempre he intentado transmitir a los estudiantes las relaciones profundas que hay en esos mundos que muchas veces se presentan de forma separada. Espero dejar en el alumno la idea de que en el mundo del arte está todo interconectado.

-En el mundo de lo abstracto, ¿se hace hoy cualquier cosa?

-En general, creo que el mundo del arte, desde hace mucho tiempo, es un mundo más complejo donde esos cajones independientes han estado cuestionados. Seguramente publique en breve una investigación sobre arquitectura, el universo dadá y sus relaciones. Una experiencia de los años 10 del siglo XX que cuestionaba los límites de la experiencia artística. Y desde este punto de vista no tiene sentido entender el arte dividido entre figurativo y abstracto. Dadá establece puentes y rompe límites. Y la experiencia artística contemporánea vive mucho de esa visión.

-Límites que usted intentó romper en su día ya que luchó contra la Sevilla más tradicional.

-Bueno, eso no se termina nunca. Siendo jovencísimos nos presentábamos a los salones de otoño y primavera que recogían la actividad de los pintores. No logramos que se nos colgaran nuestros cuadros.

-¿Hay demasiada uniformidad?

-Bueno, hay tal cúmulo de gente trabajando, de galerías, de exposiciones... Puede dar una cierta sensación de que todo está visto. El tema de la originalidad se ha convertido en un paradigma de la modernidad, que ha producido una búsqueda a ninguna parte, que ha roto la estructura del tiempo del arte. Uno de los problemas más interesantes que tenemos como espectadores es poner en pie la formación de pintores como Velázquez o Picasso. Los historiadores se han empeñado en decir que son genios y que el genio nace siéndolo. Y de Velázquez no te explican nada más, cuando sabemos que no es cierto. Tuvo un momento de aprendizaje, de relación con un entorno de compañeros en talleres y esto sería interesante de estudiar. Pero la visión moderna de la originalidad ha cortado ese tipo de pensamiento. Con dos o tres tópicos se ocultan momentos claves de la Sevilla de la época, los talleres, las pautas de formación de un futuro genio...

-¿Cómo se han criado los pintores de su generación?

-Somos autodidactas. Hemos tenido relación con la Escuela de Bellas Artes o Arquitectura porque ha tenido que ver en nuestra formación, pero no había prácticas, ni siquiera de dibujo.

-¿Cómo se anima uno a ser arquitecto con los tiempos que corren?

-Pues difícilmente. Las cosas no volverán a ser lo que eran, aunque esperemos que vayan a mejor. Me daría pena que, a nivel de arquitectura, queden los grandes estudios y multinacionales, que fueran la única salida. Confío poco en las grandes corporaciones. Van a lo suyo y lo suyo tiene poco que ver con la arquitectura. La crisis puede significar una vuelta a los orígenes, a una arquitectura más sensata, de servicio a la sociedad, que resuelva problemas, que mejore la realidad. No esa arquitectura de edificios espectaculares. Todos querían tener en su ciudad un Guggenheim como el de Bilbao, que es una gran arquitectura, pero la estela que viene detrás es un desastre en la mayoría de los casos.

-¿Qué siente cuando pasa por delante de la Cartuja de Sevilla, rehabilitada por usted?

-Siento que es una obra muy importante, hecha en condiciones muy malas, muy precarias, no había plano, programas, nada. Es una obra en la que se ha puesto de manifiesto una manera de entender una relación con la historia, el pasado. Otro de los componentes de la arquitectura por venir puede ser el reciclado, la reforma; la que trata de reutilizar lo que teníamos, que es mucho, la herencia, el patrimonio. Es un reto para la arquitectura contemporánea. No se destruye sino que se re-usa de forma creativa y correcta. La modernidad debe partir de la sabiduría de saber enfrentarse al patrimonio. 


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