lunes, 27 de mayo de 2013

La digestión del empacho del ladrillo

Esta semana se ha sabido que una de las entidades que han recibido ayudas estatales podrá financiar actividad inmobiliaria. Se trata de Liberbank, y lo que se le va a permitir es que, además de financiar de modo preferente hipotecas sobre sus propios activos (algo que ya hacen todos en este país, estén o no bajo la tutela del Banco de España), podrán conceder créditos a los de fuera. Pero la cifra no es excesiva: sólo 125 millones de euros en los próximos cinco años.

¿Quiere esto decir que los bancos vuelven a tener vía libre? Ni mucho menos, aunque hay que estar pendiente de lo que se haga a este respecto. Y es que Liberbank es la única de las entidades que han entregado activos a la Sareb que ha conseguido este privilegio. El objetivo es claro: evitar que se fomente de nuevo la exposición bancaria al ladrillo y evitar así el riesgo de una nueva burbuja.


Correr riesgos con dinero ajeno

Porque la crisis que vive España desde hace más de cinco años está causada precisamente por esa exposición tan masiva, que hizo que, en los años más locos, los bancos se lanzasen a financiar el 100% de la compra de terrenos para edificar, cuando la norma histórica era que fuese el promotor quien comprase la finca con su dinero y luego invirtiese parte de su patrimonio en la construcción. Ese fue el modelo tradicional, y gracias a ello las sucesivas crisis fueron más o menos llevaderas.

Pero, al salir los bancos de sus límites habituales y prestar dinero a espuertas olvidando las reglas del más elemental sentido común, lo que hicieron fue hinchar desmesuradamente su ratio de endeudamiento, algo que además hicieron en terrenos que, en muchos casos, ni siquiera eran edificables de modo inmediato, lo que aumentaba exponencialmente el riesgo en caso de un cambio de ciclo.

Y este cambio de ciclo llegó en 2007, y especialmente en 2008, ya que el gobierno que meses antes había negado encomiablemente la existencia de cualquier tipo de crisis se decidió a enmendar el entuerto de la ley del suelo de 1997, reventando con ello más que pinchando la burbuja.

La puntilla olvidada

En efecto; sin negar para nada la culpa del PP en el inicio de la burbuja al permitir que el suelo urbanizable se pudiese valorar como el urbano (esto es como si usted valora los ladrillos con los que se va a construir su casa al mismo precio que le pondría a la casa acabada), repito, sin negar la culpa del PP, el PSOE aceleró la caída cambiando la ley y obligando a que el suelo urbanizable pasase a ser rústico si no estaba prevista su edificación inmediata.

Y aquí vino la puntilla del sistema, porque muchos bancos y cajas que hoy están nacionalizados y prácticamente en estado de derribo financiaron con sumas astronómicas la compra de hectáreas enteras de terreno que, con la ley de 1997, valían 100 y, con la ley de 2008, valían 10 o incluso menos. Y, puesto que para entonces las ventas y los precios en el sector estaban a la baja (y así siguen cinco años después), este tipo de negocios han supuesto la ruina de muchísimas empresas, de más de un banco y de miles de familias que estamos viviendo las consecuencias de saltarse las reglas sin saber los riesgos.

Por eso es que, seguramente a regañadientes, el Banco de España está atando corto a las entidades que controla de una u otra manera. Porque la crisis española fue provocada por un exceso de ambición sumado a una concentración inhabitual de esfuerzos en un solo sector, que además funcionó durante los últimos años a golpe de deuda. Y todos sabemos lo que pasa cuando uno vive a crédito: que la maquinaria funciona mientras se le suministra combustible.

Cuando el combustible se acaba… el tren se estrella.

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